miércoles, 9 de mayo de 2012

Caminaba por la calle sin rumbo, o tal vez buscando el rumbo que creyó perdido. Registraba, aún sin querer hacerlo, las caras de la gente que pasaba, inmersos en la rutinaria vida que llevaban. Caras sin gestos, sin expresiones. Entonces, casi como un impulso, movió los músculos de su cara, para diferenciarse del resto, sólo para cerciorarse de que ella no transitaba por la calle con la misma cara que los otros caminantes.
Sin querer, se dio cuenta de que había caminado demasiado. Encontró una plaza y se sentó en  un banco, a respirar el frío del otoño. Con la mirada perdida, casi ya sin registrar ningún rostro, se encontró pensando en eso en lo que no quería pensar.
Las manos le transpiraban en demasía, como siempre que estaba nerviosa. Ya no quería recordarlo a él, lo que no fue, lo que no pudo ser. Se lamentó, una vez más y rasgando un poco más ese corazón hecho trizas, de haber confiado en él, de haberse entregado a él con la esperanza de que no sería lo mismo de siempre, y conseguir sólo eso, la misma desesperanza, el mismo dolor. Sólo que esta vez creyó estar más anestesiada que antes, claro... Cada golpe es un poco menos doloroso que el anterior, porque eso es el aprendizaje.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por alguien, que se sentó junto a ella, sin decir nada.
Ella cerró fuertemente sus ojos, como queriendo aplastar todos esos pensamientos, y los abrió en seguida para voltear su cara a un costado y visualizar la figura que se había hecho presente. Era un chico de más o menos su edad, unos ojos negros llamativamente profundos, como un mar sin fondo en el que podía inundarse y perderse. Cuando la miró a los ojos, formuló la sonrisa que, ella creía, era la más sincera que había visto en años. Dijo 'Hola', cuando ya le pesó tanta mirada y tanto silencio, y la chica, ahora con las manos más transpiradas que antes, se limitó a sonreír y bajar la mirada. Él sacó un libro del bolso que traía consigo y lo abrió, disponiéndose a leerlo.
-Qué frío hace, ¿no? -inquirió él al mirarla tiritar, aunque ella sabía que no era por el frío, sino por los nervios que le generaban algunas situaciones sociales. Ella se limitó a responder con la cabeza y sin mirarlo- Perdón, no se por qué quise sacar un tema de conversación -dijo y seguido largó una pequeña carcajada, a él le molestaban los silencios, estaba claro.
-Realmente hace mucho frío -respondió ella, esbozando una sonrisa tímida, pero aún con la mirada fija en el piso y con un tinte de tristeza- ¿Estudias acá? -se le ocurrió preguntar, señalando con la cabeza y con la mirada, la universidad grande que podía verse justo en frente de la plaza.
-No, no estudiaría ingeniería, creo. Vivo bastante lejos de acá y llegué de casualidad. ¿vos?
-No, tampoco estudiaría ingeniería -rió casi sin quererlo- Llegué... No se cómo llegué en realidad.
-Tengo una fascinación y vas a tener que disculparme pero tengo que hacerte una pregunta -impulsivamente, casi como si todo el tiempo hubiera querido decir eso, y giró su cuerpo para poder mirar mejor a la chica- Cada vez que me encuentro con una chica con ojos extraños, tengo que preguntarle cómo ve el mundo, es una curiosidad muy grande. ¡Y las respuestas son fascinantes! Y no son ojos fáciles de encontrar...
-¿Ojos extraños? -preguntó ella, levantando una ceja, en señal de no entender a qué se refería ese chico tan, según ella, idealista e iluso, y hasta un poco loco.
-Sí, de mirada extraña, rara, poco común. Por ejemplo, vos tenés ojos color... -titubeó al mirarla porque no distinguía de qué color se trataban- color del mar, algo verde y algo azul. Pero a su vez, tenés la mirada más triste e inmersa que vi en mi vida.
Ella volvió a mirar al piso, como si le hubiera molestado que se de cuenta de su tristeza.
-Yo veo el mundo a mi manera. Muchas veces con tristeza, como hoy. Me ves los ojos tristes porque yo estoy triste -se asombró de estar contando esto a un extraño.
-Es que los ojos son las ventanas del corazón -la interrumpió- Y tus ojos son transparentes, como el mar. En vos, esto se cumple más que en nadie. Por eso no podés disimular... -sonrió porque tenía una respuesta más a esa pregunta fascinante que le gustaba hacer, pero le pareció que esta había sido la mejor- Gracias, acabo de guardar muy bien esa respuesta.
Ella lo miraba extraña, mientras él seguía sonriendo. Para ella, ese chico iluso, idealista y soñador era raro, era de las personas más raras que conoció en su vida. Pero tenía algo, que en su tristeza, podía hacerla sonreír. Sintió ganas de no pensar en nada más, de que ese momento sea eterno, que dure para siempre esa escena, ellos dos en ese banco de esa plaza, con el frió del otoño y, para ella, una demostración de que el amor, aún después de tanto dolor y desconfianza, era posible.


sábado, 5 de mayo de 2012

Miro el reloj. Hace tres horas que te fuiste de acá, y no dejo de pensar.
No pienso en lo lindo que fue el beso que nos dimos al despedirnos, tampoco pienso en las caricias que me dabas, ni en lo que sentí en ese momento. Sólo pienso en pensar.
Siempre tengo que intelectualizar todo, ¡¡¡todo!!!
Incluso un beso, una caricia, pienso en tu mano rozando mi espalda, pienso en ella, no la siento.
Porque mientras pensaba en que tenía que pensar en no abrir los ojos mientras me besabas, sólo estaba pensando en eso, sin sentir ese beso.
Porque mientras me abrazabas cuando expresaba que hacía frío, pensaba en el miedo, el miedo profundo a que otra vez me lastimen. A que otra vez todo sea igual, que una vez más no pueda dar el siguiente paso, de trabarme.
Un corazon roto, hecho pedazos, por más que pegues las partes, nunca va a ser el mismo, nunca va a sentir igual.
Ayudame a caminar, avanzar y dejar todo atrás, sólo eso te pido.

martes, 1 de mayo de 2012


A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: "¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?" Pero en cambio preguntan: "¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?" Solamente con estos detalles creen conocerle.

martes, 24 de abril de 2012

No siempre habrá un mañana.

Cierro mis ojos y siento humedecerse mis mejillas. Otra vez esa sensación de no poder controlar, que se me escape de las manos tanto dolor.
Giro mi cabeza sabiendo que ahí voy a encontrar tu foto, justo sobre mi pared. Pero con la esperanza de encontrarte a vos. ¡Malditas ganas de volver el tiempo atrás!
Y con más dolor, llueven los recuerdos. Esas memorias inolvidables, imágenes imborrables de tantos días de amistad. Recuerdo cuántos veranos pasamos sólo acostados sobre el suelo verde del parque, sabiendo que no hacía falta hablar.
Y me castigo por no haberte dicho cuánto te amaba, cuánto en realidad te apreciaba y agradecía a Dios por cada momento que estábamos juntos. Porque simplemente así somos las personas, aún sabiendo que nada es para siempre, vivimos como si así lo fuera.
El nudo en la garganta parece cortar mi respiración. Hoy hace quince meses que no estas, que cargaste con tu piano y tus pentagramas a tocar algún lindo tema con John Lennon.
Te imagino viéndome justo ahora, gritando para que deje de llorar. Se que no te gustaba verme sufrir, de hecho hasta recuerdo esa frase saliendo de tu boca.
Pero esta es la amiga que te tocó en suerte.

Tapo mi cara con mis dos manos congeladas: la vergüenza que me genera no haberte hablado por tanto tiempo. El orgullo es tan traicionero.
Dos veranos atrás, miré al mar y sin saber por qué, juré que al regresar a casa te llamaría, porque ya ni siquiera me acordaba por qué estúpido motivo habíamos dejado de hablarnos. Al otro día recibí una llamada, con el mensaje menos deseado: ese día habías decidido ya no despertar.
Y así vamos en la vida. Dejando las cosas para otro día lejano, un día que tal vez nunca más llegue. Porque, queridos amigos, no siempre habrá mañana.


domingo, 22 de abril de 2012

El príncipe azul y otras mentiras del amor.

Luego de un repertorio de heridas profundas, juré nunca más confiar en el amor. Dejarme llevar, entregarme al otro, al sinsentido del amor: Nunca más.
Rechacé al amor a cara de perro, ladrando a cualquiera que se acercara a mi portal. "Este es mi territorio: ¡Ya fuera de aquí!"
Pero, sin embargo, una parte de mí se resistía a ser así. Y claro... son dos décadas de películas con final feliz, el príncipe azul en su linda carroza, que me rescataría del desastre de mi vida, de la bruja malvada, y me llevaría al final feliz, "fueron felices y comieron perdices". Muchos años de construir una realidad poco real.
Y hoy pago las consecuencias.

Aunque lo vivo diariamente, el rechazo constante, la indiferencia de M (chico nuevo poco demostrativo, antipríncipe y por ahora sólo igual a los demás), nunca dejaré de esperar al príncipe azul en su carroza. Nunca voy a dejar de imaginar mentalmente el momento en que mis hojas de la facultad caigan en la calle, y junto conmigo se agache un chico cordial y de mirada dulce y comience una linda historia sin fin. Siempre pensaré en el instante deseado, por siempre anhelado, de que H (el chico bueno y simpático que tanto me gusta, platónicamente amado, con novia poco respetuosa) toque el timbre de mi casa para decirme que, en realidad, cada momento que vivimos como grandes amigos, los recuerda con amor y que no importa nada ni nadie, vamos a estar juntos.
Porque no puedo dejar de ser compulsivamente soñadora. Y por más que repita mil veces, una y otra vez, "el amor no es para vos, el amor no está hecho para vos", yo seguiré creyendo en el amor eterno. A pesar de que me hayan cortado el corazón, sin piedad y reiteradas veces, en pedacitos irreparables, yo soy así. Y esa es la gran conclusión.


sábado, 21 de abril de 2012

Carta de presentación.

Para decir quién soy, no se por dónde empezar.
Pero eso no me interesa tanto hoy, ahora, en este instante.
El mundo blogger no me es ajeno. Tuve un blog que lleve adelante casi tres años seguidos. Escribía sobre mí. Sobre mi adolescencia en flor, mis problemas cotidianos, mi camino para encontrarme.
Pensé en reabrirlo. Pero me dí cuenta de que en realidad, de esa que era, ya casi no queda nada.
Aunque en algún recoveco, algo de esa adolescente anda rondando. Pero hoy, en mi adultez temprana, dando pasos que creo firmes en el camino, ya no soy esa, ya soy otra.
Aunque mi yo adolescente me enseñó muchas cosas, le digo gracias y sigo adelante. Le quiero decir que se equivocó mucho, que a veces la recuerdo con rencor, con un poco de odio, pero gracias. Porque aprendí, aprendí y aprendo de ella. Los errores tienen esa doble cara.
Así que aquí estoy de nuevo.

¡Bienvenidos a mi mundo!