martes, 24 de abril de 2012

No siempre habrá un mañana.

Cierro mis ojos y siento humedecerse mis mejillas. Otra vez esa sensación de no poder controlar, que se me escape de las manos tanto dolor.
Giro mi cabeza sabiendo que ahí voy a encontrar tu foto, justo sobre mi pared. Pero con la esperanza de encontrarte a vos. ¡Malditas ganas de volver el tiempo atrás!
Y con más dolor, llueven los recuerdos. Esas memorias inolvidables, imágenes imborrables de tantos días de amistad. Recuerdo cuántos veranos pasamos sólo acostados sobre el suelo verde del parque, sabiendo que no hacía falta hablar.
Y me castigo por no haberte dicho cuánto te amaba, cuánto en realidad te apreciaba y agradecía a Dios por cada momento que estábamos juntos. Porque simplemente así somos las personas, aún sabiendo que nada es para siempre, vivimos como si así lo fuera.
El nudo en la garganta parece cortar mi respiración. Hoy hace quince meses que no estas, que cargaste con tu piano y tus pentagramas a tocar algún lindo tema con John Lennon.
Te imagino viéndome justo ahora, gritando para que deje de llorar. Se que no te gustaba verme sufrir, de hecho hasta recuerdo esa frase saliendo de tu boca.
Pero esta es la amiga que te tocó en suerte.

Tapo mi cara con mis dos manos congeladas: la vergüenza que me genera no haberte hablado por tanto tiempo. El orgullo es tan traicionero.
Dos veranos atrás, miré al mar y sin saber por qué, juré que al regresar a casa te llamaría, porque ya ni siquiera me acordaba por qué estúpido motivo habíamos dejado de hablarnos. Al otro día recibí una llamada, con el mensaje menos deseado: ese día habías decidido ya no despertar.
Y así vamos en la vida. Dejando las cosas para otro día lejano, un día que tal vez nunca más llegue. Porque, queridos amigos, no siempre habrá mañana.


domingo, 22 de abril de 2012

El príncipe azul y otras mentiras del amor.

Luego de un repertorio de heridas profundas, juré nunca más confiar en el amor. Dejarme llevar, entregarme al otro, al sinsentido del amor: Nunca más.
Rechacé al amor a cara de perro, ladrando a cualquiera que se acercara a mi portal. "Este es mi territorio: ¡Ya fuera de aquí!"
Pero, sin embargo, una parte de mí se resistía a ser así. Y claro... son dos décadas de películas con final feliz, el príncipe azul en su linda carroza, que me rescataría del desastre de mi vida, de la bruja malvada, y me llevaría al final feliz, "fueron felices y comieron perdices". Muchos años de construir una realidad poco real.
Y hoy pago las consecuencias.

Aunque lo vivo diariamente, el rechazo constante, la indiferencia de M (chico nuevo poco demostrativo, antipríncipe y por ahora sólo igual a los demás), nunca dejaré de esperar al príncipe azul en su carroza. Nunca voy a dejar de imaginar mentalmente el momento en que mis hojas de la facultad caigan en la calle, y junto conmigo se agache un chico cordial y de mirada dulce y comience una linda historia sin fin. Siempre pensaré en el instante deseado, por siempre anhelado, de que H (el chico bueno y simpático que tanto me gusta, platónicamente amado, con novia poco respetuosa) toque el timbre de mi casa para decirme que, en realidad, cada momento que vivimos como grandes amigos, los recuerda con amor y que no importa nada ni nadie, vamos a estar juntos.
Porque no puedo dejar de ser compulsivamente soñadora. Y por más que repita mil veces, una y otra vez, "el amor no es para vos, el amor no está hecho para vos", yo seguiré creyendo en el amor eterno. A pesar de que me hayan cortado el corazón, sin piedad y reiteradas veces, en pedacitos irreparables, yo soy así. Y esa es la gran conclusión.


sábado, 21 de abril de 2012

Carta de presentación.

Para decir quién soy, no se por dónde empezar.
Pero eso no me interesa tanto hoy, ahora, en este instante.
El mundo blogger no me es ajeno. Tuve un blog que lleve adelante casi tres años seguidos. Escribía sobre mí. Sobre mi adolescencia en flor, mis problemas cotidianos, mi camino para encontrarme.
Pensé en reabrirlo. Pero me dí cuenta de que en realidad, de esa que era, ya casi no queda nada.
Aunque en algún recoveco, algo de esa adolescente anda rondando. Pero hoy, en mi adultez temprana, dando pasos que creo firmes en el camino, ya no soy esa, ya soy otra.
Aunque mi yo adolescente me enseñó muchas cosas, le digo gracias y sigo adelante. Le quiero decir que se equivocó mucho, que a veces la recuerdo con rencor, con un poco de odio, pero gracias. Porque aprendí, aprendí y aprendo de ella. Los errores tienen esa doble cara.
Así que aquí estoy de nuevo.

¡Bienvenidos a mi mundo!