domingo, 14 de julio de 2013

Una despedida más

Y es entonces cuando me veo llorando como cuando era chiquita y quería que me compren algo o que me lleven a lo de mi abuela. Estaba llorando como cuando lloraba para conseguir con mi llanto que me den lo que quiero.
Pero parece que lo que quiero no se compra, ni es un lugar para visitar, no es algo que pueda conseguir.

Veo Glee desde el primer capitulo que transmitió Fox, recuerdo que me gusto mucho pero ese día no me imaginé que esta historia y esos personajes iban a transformarme y ayudarme. Glee me enseñó que debo ser como soy, pese a quien le pese, y estar orgullosa de eso. Aprendí que aunque haya sido víctima del bullying y aunque me haya sentido definida por muchos de los insultos que me decían, siempre va a haber alguien que pueda valorarme, sólo hay que rodearse de la gente que logra ver la luz y la oscuridad y ame las dos partes.
Ayer cuando me acosté, revisando twitter desde mi celular me enteré de la triste noticia del fallecimiento de Cory Monteith, me dormí llorando, aún sin entender muy bien nada. Y me desperté también llorando, con los ojos hinchados, y un nudo en la garganta, otra vez ese maldito nudo del vacío que deja una persona cuando se va.
Y, como si la tristeza que me habitaba no fuera suficiente, tenía que aguantarme a la gente haciendo chistes por twitter y facebook. Chistes con la muerte de alguien, ¿qué tan bajo puede caer una persona por querer ser gracioso y aceptado? Y volví a experimentar el bullying (lo que hoy llaman "Ciberbullying"), ya con 21 años y casi un título universitario, volví a ser victima de los engreídos que se creen superiores.
Entonces comencé a cuestionarme por qué me sentía así de mal. Como si no tuviera derecho a estar triste, no se, me empecé a medir con la vara que me medían ellos. Hasta que me di cuenta de que no tenía por qué sentirme mal por estar triste por la muerte de una persona que no conozco, que vivía a millones de kilómetros, pero de la cual se toda su vida, sus gustos, sus intereses, escucho sus canciones, veo y disfruto de sus actuaciones. Debía permitirme estar triste.
Cuando logré caer en la situación, comencé a llorar a lágrima viva. Ahí me encontré otra vez preguntándome por qué. Un año y medio de terapia cuando se murió mi mejor amigo tuve que hacer para lograr vivir sin cuestionar a la vida por lo que me había quitado, y ahora me encontraba nuevamente llorando como una chiquitita que quería conseguir que la persona que alegraba sus días con música y arte volviera a la tierra. Y ahí me encontré de nuevo con mis limitaciones, con mis flaquezas, mis debilidades que creía superadas. Preguntar por qué, creer que la vida es injusta y que si lloro mucho tal vez consiga que esa persona retorne al mundo, así como cuando conseguía que me lleven a lo de mi abuela porque lloraba mucho.

Me pregunto qué loca característica mía me hace ser tan apegada sentimentalmente a las personas como para sentirme dueña de decidir que se tienen que quedar en el mundo y no irse nunca.
Me cuestiono si será que algún día me acostumbraré a las despedidas, yo creo que de eso se trata, poder decir adiós es crecer, decía un grande.

En fin, no puedo tolerar este dolor, la muerte de Cory me trajo muchos recuerdos de mi mejor amigo. Hoy recé por los dos. Creo que rezar por los que no están es una forma de ternerlos más cerca.
Ojalá que si algún día los veo, cuando me toque irme a mi, sepan entender a esta loca que nunca los pudo despedir correctamente, porque simplemente la materia "despedida" es una asignatura muy pendiente en su vida.

Descansa en paz mi querido Frankenteen

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